23.2.05

El grillo color luna (2)

He cumplido mi amenaza de seguir con el Relato Detecticoñesco. En esto de escribir soy novato, asi que ruego críticas, amables o crudas, positivas o negativas, constructivas o edificantes, pero ante todo sinceras.


seductora sonrisa
-Dígame, ¿Conoce el grupo empresarial Bruscall-Panete? - dijo mientras fumaba recostada en el butacón.

-Algo he leído en la prensa - Mentí. Las personas de mi condición económica sólo pueden leer el periódico en los bares, y las personas de mi catadura intelectual sólo leen los sucesos, las necrológicas (por la abultada tipografía), los anuncios de relax y el chiste.

-Entonces sabrá que está teniendo ciertos problemas fiscales. Problemas que, de no solucionarse pronto, lo van a llevar irrevocablemente a la bancarrota. ¿Me sigue?

Con un estudiado ademán apoyé el codo en la mesa, la barbilla en la palma de la mano, y levantando levemente una ceja dije moldeando cada letra:

- Continúe

Esto lo había visto en alguna película.

- Bien. Resulta que las personas a las que represento pueden verse muy afectadas por esta situación tan desfavorable, por decirlo de alguna manera. Nuestra posición es muy confusa, y necesitamos cierta información para poder mover ficha. Sin rodeos, necesitamos que usted nos consiga esta información, y no nos importa los medios que utilice para conseguirla.

No sé cuanto duró el silencio durante el cual empecé a digerir la cuestión, y en el que mi pose seductora se fue al garete, ya que cuando pienso pierdo el control de mis músculos faciales (y en ocasiones de algunos más) y mi labio inferior se proyecta hacia adelante, mis cejas se levantan plegando toda mi frente, mi nariz se arruga y mis ojos abiertos al extremo miran hacia el suelo. Creo recordar que ella hasta dio un entrecortado respingo.

-Bueno -comencé a decir- coménteme los detalles y estaré encantado de ayudarles.

-No tan rápido campeón -dijo así como de repente. No me esperaba eso de "campeón", tan impropio del mito que en mi mente ya se fraguaba sobre ella. Y no sé si es debido a alguna distorsión de mis recuerdos, que todo el mundo sabe que la memoria, sobre todo al cabo de los años, deja de ser una fiel cronología para convertirse en una historiada novela cutre, pero creo que hasta le cambió el acento castellano-leonés de hasta entonces a un híbrido sevillano-onubense.

-Hay que tratar ciertas cosas antes de nada. Usted no me conoce, y así debe ser. No me malinterprete, este asunto es sumamente delicado, así que lo mejor es que no sepa nada de mí ni de las personas a las que represento. ¿Le queda claro?

Asentí, apabullado con la facilidad con la que esta sorprendente mujer manejaba la situación.

-Bien, empezamos a entendernos. Así que seremos nosotros los que nos pongamos en contacto con usted, y usted no intentará ponerse en contacto con nosotros bajo ninguna circunstancia. Debe saber que le vigilaremos. De hecho llevamos cierto tiempo haciéndolo, pero no se preocupe. Todas estas, digamos, incomodidades, se traducirán en grandes compensaciones económicas, a las que usted, suponemos por los informes de su situación monetaria, lo les hará ascos, ¿Me equivoco?

No se equivocaba en absoluto. Estaba incómodo con la situación, pero había dejado de estarlo al escuchar tres palabras mágicas: grandes compensaciones económicas.

Puso el bolso sobre la mesa y extrajo un sobre marrón exactamente igual que los sobres donde te devuelve la policía los efectos personales tras una estancia en el calabozo. Lo puso en la mesa justo enfrente de mí, y dijo:

-Aquí tiene un informe completo sobre la persona que tiene en su haber los documentos que nos interesan. También lleva cierta cantidad de dinero como anticipo a su trabajo.

Dicho esto se levantó y se colgó el bolso bajo el brazo. Yo permanecí sentado mirando el sobre.

-Esto es todo lo que necesita hasta ahora. Nos volveremos a poner en contacto.

Sin mediar ni media palabra más, y sin darme tiempo a reaccionar, salió de mi oficina dejando una estela de perfume caro y una sensación de vacío más grande que la que reinaba antes de que entrara. Saboreando este aroma que mi olfato aislaba de otros olores menos gratos, pero mucho más habituales (por desgracia), me quedé hasta que el sol se agazapó tras el horizonte recordándome que ya era hora de ir a casa... y de pagar la factura de la luz.

Continúa...

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