28.8.05

Sexta planta puerta C

Recuerdo que siempre que empezábamos a montar un campamento de verano nos encontrábamos con un trozo de bosque que íbamos convirtiendo poco a poco en nuestro hogar: aquí la cocina, aquí el comedor, las parcelas...

Y tras quince días en los que aquel terreno había sido tu casa, cuando desmontabas y volvías a encontrarte aquel trozo de bosque, te invadía una profunda sensación de melancolía, pues el escenario de todos aquellos recuerdos no volvería a existir jamás.

Ver ahora el piso vacío, tal y como lo encontramos, me vuelve a traer esa sensación. Pero no han sido sólo quince días, ha sido un año, así que se pueden figurar que la melancolía se multiplica proporcionalmente.

El escenario de tantos momentos memorables no volverá a existir jamás. De hecho ya no existe, pues el salón desde el que os escribo (justo antes de desconectar el ordenador), es un salón vacío y desnudo.

Tal y como lo encontramos.

15.8.05

Tresmil y pico metros


Eloy y yo, de derecha a izquierda. No es que estemos bailando el Staying Alive, señalamos al Mulhacén.


Este fin de semana, al fin, hemos subido a Sierra Nevada. Desde las Posiciones del Veleta al pico propiamente dicho, desde allí a la Caldera por el carril de Capileira, de la Caldera al Mulhacén y del Collado del Ciervo a la Laguna de la Mosca (véase foto).

Impresionante noche de estrellas en la Mosca (algunas Perséidas incluidas), y no menos impresionante bajada hasta Cueva Secreta (4 horas a piñón). Y, finalmente, por la Vereda de la Estrella hasta el Barranco de San Juan, donde previamente habíamos dejado los coches.

Así ha sido la cita anual con las altas cumbres. Y aquí estoy, con agujetas en las piernas y pensando ya en la próxima.

4.8.05

Lo conseguí

No vuelvo a casa de mis padres



Después de miles de llamadas a las agencias, de patearme esta ciudad de arriba a abajo, de aguantar las tomaduras de pelo de las inmobiliarias, al fin lo he conseguido. Los padres de un colega tenían un piso que cumplía con las condiciones para la subvención, y pá llá que me voy.

Con esto termina la serie de post inmobiliarios y este blog (y esta persona que sus-escribe) vuelven a la relativa normalidad de siempre.

Da gusto estar en casa.
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