31.7.06

El que vuelve...

...abre sonriente la puerta de su casa y recuerda al que se fue que, como de costumbre, la abandonó precipitadamente -en eso se parecerá, cree, bastante a él aún-.
La casa vuelve a oler a ella misma, el mismo olor que percibió -hace ya un año- al entrar en ella por primera vez.
Deja la bici que ha sido su casa ambulante durante estos quince días, descuelga las alforjas polvorientas de kilómetros y kilómetros de caminos, y sonríe al volver a ver la vieira que colgó en ellas, y que justo en ese momento se convierte en un recuerdo.

Lo realmente grande de los buenos viajes, piensa, es que el que vuelve nunca es igual que el que se fue, y nunca lo será.

El que vuelve pone aquel CD que lleva tantos días canturreando y se mete en una ducha que al fin es suya, se peina por primera vez y sonríe de nuevo:
Ha estado contando los días, y a la cuenta le quedan sólo minutos. ¡Sólo minutos para verla!

17.7.06

Iba yo de peregrina y me cojiste de la manorr...

Pues aquí estamos el Eloy y yo en Burgos, en el tercer día de nuestra ruta ciclista por el Camino de Santiago. Empezamos a pedalear el sábado por la tarde desde Logroño a Nájera, ayer desde Nájera a Belorado (pasando por Santo Domingo de la Calzada) y hoy hemos llegado a Burgos, y aquí nos vamos a quedar esta noche.

Por ahora no está resultando tan duro como creíamos, y estamos disfrutando bastante. Estos días hemos corrido entre pinos, helechos, encinas... pasamos por pueblecitos increíbles, vemos iglesias y cementerios flipantes, nos encotramos gente la mar de curiosa...

Y aunque hoy ha sido la jornada con más incidencias -pinchazo mío y caída de Eloy, sin consecuencias- podemos decir que la suerte nos acompaña.

Bueno, sabemos que desde aquí el paisaje va a cambiar un poco, que vienen los páramos leoneses a achicharrarnos el cabezo, pero estamos con bastante ánimo.

Un saludo, ya contaré con más detalle. Tenemos muchas y buenas fotos!!

11.7.06

Estas son las mañanitas

La aventura me llama a gritos desde el final del pasillo.
Yo le grito un "ya voy" y me desperezo con rascones de ombligo a pezón. Mirando a través de mis legañas me pongo un café y quedo en estado vegetal hasta que la cafetera escupe exhausta su última flema negra.
"Vienes o qué" me grita mientras remuevo el azucar con la cucharilla constantemente, un proceso al que, de buena mañana, nunca sé ponerle fin.
Dejo que la tele parlotee mientras consumo el recien preparado producto sin pasión ninguna. Cuando queda un dedo, enciendo un cigarro y, ya más despierto, lo fumo mientras atiendo a la chica que me cuenta las noticias del recién estrenado día.
Voy al baño y el agua que me esturreo en la cara va decapando mi modorra. Cepillo la caja piños poniendo caras al espejo y escuchando el wucku-wacka que provoco cerrando y abriendo la boca.
Me visto al estilo cásual-wear: me pongo los pantalones y la camiseta que cásual-mente encuentro tirados por mi cuarto.
Calcetines, zapatillas, limpio las gafas.
Llaves, tabaco, dinero, móvil, ¿llaves?, ¿tabaco?, salgo, ascensor, bici, cierro.
Con la bici en mitad del callejón olfateo el día y me arrojo a la calle dispuesto a esquivar el tráfico hasta que, en la puerta del curro, clavo la bici junto a la acera, me la echo al hombro, subo las escaleras, saludo a la recepcionista y meto la bici en el ascensor.
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