Al fin!!
La Maketa de La Barca de Sua!!
En febrero empezamos grabando las guías, después grabamos -de forma independiente- batería, bajo, guitarra española, eléctrica, voces y coros. Después se mezcló, se remezcló, se ecualizó, se masterizó, se sampleó, se vitaminó y se supermineralizó, y ya, al fin, esta aquí dispuesta a dejarse escuchar por quien quiera. Además, como es muy promíscua y bastante de izquierdas, quiere ir de mano en mano para que todo el mundo la conozca y la quiera -es muy notas ella.
Es hija nuestra, La Barca es su madre y Diego su padre, así que con unos padres así cómo iba a salir la chiquilla.
26.6.06
22.6.06
El viejo de las flores
Después de varios días dándole vueltas, al final lo he puesto. No estoy del todo convencido aún, así que espero opiniones.
<<Yo salía todas las tardes corriendo de la fábrica para llevarle flores a ella, al otro lado de la ciudad, y, al cruzar el río, recuerdo que me quitaba el hollín de la cara y me peinaba como buenamente podía. Esperaba a que su madre saliera a la tertulia del café para saltar la valla del jardín y dejarle en el alféizar de su ventana las flores. A ella le encantaban las azuzenas, los nardos y las violetas, y yo ayudaba a recoger al dueño de la floristería para conseguirlas.
Las dejaba en el alféizar -decía- y esperaba sentado a horcajadas en lo alto de la valla a que ella saliera a recojerlas. Casi no se dejaba ver, pero te prometo que ese era el instante más feliz, los segundos más bellos del día, en los que soñaba las horas restantes. Era una aparición casi fugaz, sólo una mano a veces, una silueta como mucho, pero créeme muchacho que mi alma se elevaba durante esos segundos.
Dormía soñando con ella, me despertaba, trabajaba, comía, trabajaba, pensando en si se dejaría ver esa tarde más que la anterior. Una tarde ella descorrió el visillo y se dejó ver en todo su esplendor. Casi me caigo de la valla cuando cogió el ramo, lo olió y me miro a los ojos, sonriendo. Volvió a ocultarse y yo me quedé allí, en lo alto, dejando que me cayera el relente, hasta bien pasada media noche.
Una tarde, al fin, saltamos juntos la valla y escapamos. Corrimos de la mano, sin decirnos nada, sin saber a dónde iríamos ni que haríamos con nuestras vidas a partir de ese momento, dispuestos sólamente a amarnos.
El resto de la historia es la vida, trabajo, hijos, nietos...
Pero aquí estoy, como todas las tardes, con sus azuzenas, sus nardos y sus violetas.>>
Todas las tardes a la caída del sol -ya lloviera, tronara, o cayera un sol de justicia- el viejo de las flores se bajaba del autobús y paseaba sonriente por el cementerio hasta llegar a su lápida. Al principio creía que rezaba, pero me di cuenta que no era con Dios con el que hablaba.
Un día me ofrecí a llenarle el jarrón de agua y me contó por primera vez esta historia. Desde entonces, siempre que puedo dejo un hueco en mi trabajo para ir con él.
Uno de sus hijos me dijo que, desde que ella murió, había perdido totalmente el contacto con la realidad. Por la mañana no hablaba, casi ni se movía, no existía. Pero a la tarde se arreglaba y salía a buscar las flores. No sabía nadie de donde las sacaba, siempre las más hermosas que haya visto nunca, porque nunca llevaba dinero encima. Después subía en autobús al cementerio, todas las tardes, con la ilusión en los ojos, como aquel muchacho lleno de hollín.
Siempre me mira como si no me conociera, y yo creo que en verdad no recuerda los días anteriores, porque el viejo de las flores ha parado su tiempo en un sólo día.
Sé que el día que no venga a traerle flores será porque, de nuevo, han conseguido al fin escapar juntos.
<<Yo salía todas las tardes corriendo de la fábrica para llevarle flores a ella, al otro lado de la ciudad, y, al cruzar el río, recuerdo que me quitaba el hollín de la cara y me peinaba como buenamente podía. Esperaba a que su madre saliera a la tertulia del café para saltar la valla del jardín y dejarle en el alféizar de su ventana las flores. A ella le encantaban las azuzenas, los nardos y las violetas, y yo ayudaba a recoger al dueño de la floristería para conseguirlas.
Las dejaba en el alféizar -decía- y esperaba sentado a horcajadas en lo alto de la valla a que ella saliera a recojerlas. Casi no se dejaba ver, pero te prometo que ese era el instante más feliz, los segundos más bellos del día, en los que soñaba las horas restantes. Era una aparición casi fugaz, sólo una mano a veces, una silueta como mucho, pero créeme muchacho que mi alma se elevaba durante esos segundos.
Dormía soñando con ella, me despertaba, trabajaba, comía, trabajaba, pensando en si se dejaría ver esa tarde más que la anterior. Una tarde ella descorrió el visillo y se dejó ver en todo su esplendor. Casi me caigo de la valla cuando cogió el ramo, lo olió y me miro a los ojos, sonriendo. Volvió a ocultarse y yo me quedé allí, en lo alto, dejando que me cayera el relente, hasta bien pasada media noche.
Una tarde, al fin, saltamos juntos la valla y escapamos. Corrimos de la mano, sin decirnos nada, sin saber a dónde iríamos ni que haríamos con nuestras vidas a partir de ese momento, dispuestos sólamente a amarnos.
El resto de la historia es la vida, trabajo, hijos, nietos...
Pero aquí estoy, como todas las tardes, con sus azuzenas, sus nardos y sus violetas.>>
Todas las tardes a la caída del sol -ya lloviera, tronara, o cayera un sol de justicia- el viejo de las flores se bajaba del autobús y paseaba sonriente por el cementerio hasta llegar a su lápida. Al principio creía que rezaba, pero me di cuenta que no era con Dios con el que hablaba.
Un día me ofrecí a llenarle el jarrón de agua y me contó por primera vez esta historia. Desde entonces, siempre que puedo dejo un hueco en mi trabajo para ir con él.
Uno de sus hijos me dijo que, desde que ella murió, había perdido totalmente el contacto con la realidad. Por la mañana no hablaba, casi ni se movía, no existía. Pero a la tarde se arreglaba y salía a buscar las flores. No sabía nadie de donde las sacaba, siempre las más hermosas que haya visto nunca, porque nunca llevaba dinero encima. Después subía en autobús al cementerio, todas las tardes, con la ilusión en los ojos, como aquel muchacho lleno de hollín.
Siempre me mira como si no me conociera, y yo creo que en verdad no recuerda los días anteriores, porque el viejo de las flores ha parado su tiempo en un sólo día.
Sé que el día que no venga a traerle flores será porque, de nuevo, han conseguido al fin escapar juntos.
16.6.06
Güail Zin
Acabo de llegar del Pantano de los Bermejales con mi motillo, y estoy empezando a comprobar en mis carnes que todos los tópicos sobre las motos son verdad: la sensación de libertad, el contacto con la carretera, la diversión...
Aún le tengo mucho respeto y soy muy recatado en las curvas, pero ya me voy soltando :D -muy prudentemente, no se me preocupen.
Cada vez estoy más contento con mi amoto, la verdad!
11.6.06
El Hombrecito
Se abrieron las puertas del vagón y apareció el hombrecito tal y como lo están viendo.
Hasta entonces, el metro de Londres estaba siendo (como casi todos los metros) una especie de exposición de caras inexpresivas y ojos cansados. Gente que se deja transportar como si fueran fardos grises.
Pero los ojos del hombrecito parecían tener todo lo que al resto le faltaban.
Moviéndome muy despacio para que no se desvaneciera la escena, alargué la mano y apunté con la cámara.
¡El flash! asustó al hombrecito, que se convirtió en un niño más y fue corriendo a decirselo a su padre, que nos miró a través de la ventana con cara poco amistosa. Menos mal que -no se si fue Mafo o fue Carlota- le saludamos y finalmente sonrió. El andén se quedó atrás, pero pudimos ver como el hombrecito nos sonreía también.
Hasta entonces, el metro de Londres estaba siendo (como casi todos los metros) una especie de exposición de caras inexpresivas y ojos cansados. Gente que se deja transportar como si fueran fardos grises.
Pero los ojos del hombrecito parecían tener todo lo que al resto le faltaban.
Moviéndome muy despacio para que no se desvaneciera la escena, alargué la mano y apunté con la cámara.
¡El flash! asustó al hombrecito, que se convirtió en un niño más y fue corriendo a decirselo a su padre, que nos miró a través de la ventana con cara poco amistosa. Menos mal que -no se si fue Mafo o fue Carlota- le saludamos y finalmente sonrió. El andén se quedó atrás, pero pudimos ver como el hombrecito nos sonreía también.
6.6.06
Nunca Jamás, 2006
La mañana en la que Peter Pan madrugó
para recoger su tarjeta de la Seguridad Social,
pasar por el banco y pagar los recibos, recordó
que había prometido no hacerse mayor.
Esa tarde Campanilla volvía cansada del curro;
los dos trabajan para Garfio Enterprise.
Ya casi nunca ven a los niños perdidos,
sólo coinciden en las bodas y hablan
de tener un piso en Nunca Jamás.
Sin embargo, a veces, juntos,
en las tardes de la isla,
Peter y Campanilla vuelven a volar.
Quizá no puedan cambiar el mundo
Quizá no
O tal vez ya tienen el suyo propio
construido con sus manos
con los restos del naufragio
con los sueños que resisten
con ideas que veneran
con los rescoldos que los jarros
de agua fría no apagaron
En las noches de verano, Señor Pan y Campanilla
sueñan que el sueño es la vida
sienten que vivir es fácil
en las noches de verano
Aunque a la mañana siguiente madruguen
para recoger sus sueños
y guardarlos
para recoger su tarjeta de la Seguridad Social,
pasar por el banco y pagar los recibos, recordó
que había prometido no hacerse mayor.
Esa tarde Campanilla volvía cansada del curro;
los dos trabajan para Garfio Enterprise.
Ya casi nunca ven a los niños perdidos,
sólo coinciden en las bodas y hablan
de tener un piso en Nunca Jamás.
Sin embargo, a veces, juntos,
en las tardes de la isla,
Peter y Campanilla vuelven a volar.
Quizá no puedan cambiar el mundo
Quizá no
O tal vez ya tienen el suyo propio
construido con sus manos
con los restos del naufragio
con los sueños que resisten
con ideas que veneran
con los rescoldos que los jarros
de agua fría no apagaron
En las noches de verano, Señor Pan y Campanilla
sueñan que el sueño es la vida
sienten que vivir es fácil
en las noches de verano
Aunque a la mañana siguiente madruguen
para recoger sus sueños
y guardarlos
2.6.06
Rimas gilipollas
Advertencia: Esto es totalmente surrealista
Hola, soy paraguayo,
tengo un papagallo y una flauta,
tengo papas, tengo gallos,
tengo pájaros que cantan;
que cantan como los ángeles,
California, tengo nueces,
tengo quince, tengo veinte,
tengo limados los dientes
con una lima del dos
para tocar mejor la flauta.
Tiré ayer a la basura mi corbata:
ya no me corva, la hijaputa, ni me ata.
Mis zapatos, los tiré al río,
sobre la panza de un pato,
que me miró, socarrón,
y me cantó esta canción:
Si una mañana sales
y te pasan tantas paranoyas:
Gilipollas, no bebas,
no bebas más, gilipollas.
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