9.7.07

Una ciudad para los cuerpos, otra para las mentes

La calle adoquinada sufre una pendiente ligeramente ascendente. Las aceras tienen alcorques circulares en sus piedras por los que emergen orgullosos olmos viejos. La luz siempre entra de lado y es, claro, la luz anaranjada de la tarde.

A través del vidrio del escaparate me miran, en perfecta formación, los soldados de madera de cilíndrica nariz y coloretes rojos. Las muñecas de trapo, detrás, hacen asamblea en semicírculo y hablan de sus cosas, pertrechadas por el tambor de hojalata y la flauta dulce.

Arriba cuelgan el avión y el globo, estáticos en el aire, y en un lado un patinete, al otro un payaso.

Mas allá el juguetero tiene bigote gris y un sombrero igual que el que siempre llevaba Chico Marx. Sobre su mesa un títere recibe un tratamiento de cola blanca. Dentro la luz es, claro, amarilla.

Salgo de allí sin haber entrado y sigo calle arriba...

2 comentarios:

aGEnBiTe oF iNWiT dijo...

Diopischa, el día que te decidas a ir por lo largo, que es lo tuyo, nos echaremos a temblar de gusto algunas pocas...

perla dijo...

ké guai!!! te están robando la vida ... hay que ver lo que el mundo de la "farándula" y la literatura se pierde por este maldi maldito trabajo, voy a mandar a todos al ....

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