12.5.06

Pequeña autobiografía al peso

Warning: post profundo y sincero.

Gordo.
Tenía 7 años la primera vez que alguien me llamó así. Me sorprendí mucho, recuerdo.
No era consciente de estarlo o de serlo. En aquel colegio no se estaba gordo: se era gordo.
Con 10 años se añadieron las gafas a mi status, y eso no ayudó mucho tampoco.
En aquel colegio, salirse de la norma era motivo más que suficiente para la exclusión.

Como gordo viví aquellos años de colegio, y labré mis mejores amistades entre los otros que estaban al margen, como Carlos, excluído por ser de ascendencia coreana (!!). Nos hicimos inseparables y no nos fue tan mal.

Con 13 años fui al endocrino, un 17 de Diciembre, recuerdo. Pesaba 85 kilos y medía 1,65.
A la siguiente primavera, pesaba 65 kilos y medía 1,77.
Externamente era otra persona. Recuerdo que fui a la comunión de algún primo y mis tios no me reconocieron.
Paré por aquella época a un antiguo compañero de colegio por la calle, y se fue sin saber quien era yo.

Aquella primavera fue la primera vez que una chica se fijó en mi. Estaba tan desconcertado que no sabía ni lo que estaba pasando.

Todo cambió a mi alrededor. Aunque yo era la misma persona, de repente para las chicas existía. Curiosamente, los amigos también me trataban de otra manera. Fueron muchos de mis mejores días.

Hasta los 21, aunque con altibajos, conseguí mantener el peso, gracias en parte a la actividad y gracias sobre todo a la bici, mi deporte favorito.

Pero me saqué el carnet y empecé a trabajar (en la tienda de ordenadores que monté con un amigo), y, sin darme cuenta, empecé a ganar peso de forma brutal.

Llegué a pesar 115 kilos, hasta que, con 24 años (un 7 de enero), volví al endocrino.

En mi 25 cumpleaños pesaba 77. Había perdido más de 35 kilos en 6 meses. Volví a vivir las mismas sensaciones que cuando cumplí 14. ¿Por qué me trataban de otra manera si yo era el mismo?

Me preguntaba muchas veces cómo sería yo si hubiera jugado bien al fútbol cuando pequeño, si nunca hubiera engordado.
Hace no mucho me encontré al que siempre elegían primero, y, créanme, no me dio ninguna envidia.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Warning: aplauso profundo y sincero.

¡PLAS PLAS PLAS!



Incredibol, Mr. Rusti..

PD_Ché filíh!

Anónimo dijo...

por que me gusta leerte asi de sincero..


es genial cuando se consigue cosas tan importantes como esa.. ojala todos pudiesemos hacerlo tan bien como tú.

por otra parte creo que lo de los niños y su crueldad siempre ha sido así... y que levante la mano el que no lo haya sufrido. PP.ESCapar de todo eso tambien era divertido, y creo que siempre cada uno termina juntandose con los mejores..



hasta mañana!

Anónimo dijo...

Yo no estaba gorda.. pero los niños siempre encuentran alguna excusa para hacer sentir mal a los demàs. Muchas veces me miraron mal, aunque la verdad es que otras tantas me resbalò, no sé còmo consiguieron mis padres que estuviese tan contenta conmigo misma, que fuese tan feliz.

Me ha gustado tu forma de contarlo, tal y como es, aunque suene duro, es bonito. Gracias!

Anónimo dijo...

Sí. Bonita fama tienen los niños de "dulces", "entrañables" y tal...pero lo cierto es que creo que son los seres más crueles a los que alguien puede enfrentarse (bueno, después de los políticos, claro xDD)

Lo que peor recuerdo yo de mi infancia fue pensar (por lo menos hasta los 12 años) que iría al infierno...Yo era la "rara" de la clase, no estaba bautizada, no iba a catequesis, no iba a hacer la comunión...iba a ir al infierno. Estaba claro, ese Dios al que todos defendían sin conocer no se encargaría de una "niña hereje" que no se preocupaba por él.
Recuerdo el peor curso (aparte de por otras cosas): 4º de EGB, sí, el año de hacer la comunión, veía como semana tras semana me llegaban invitaciones de banquetes y fiestas espectaculares, recuerdo a las niñas de blanco como si fueran repollos con aquellas cofias y a los marineritos...y lo peor, creo que recuerdo TOOOOOOOOOOOOOOOODOOOOOOOOOOOOOOS los regalos que les hicieron :S

Un par de años más tarde comprendí que yo había tenido más suerte que todos ellos. Con los años pude agradecer a mis padres que me dieran ese "regalo": yo pude ELEGIR, con el tiempo supe apreciarlo.

;)


P.D. Si no nos fallan los planes: entre obras del local y acampada de aniversario tenemos un hueco para ir al concierto ;)

Un bezo ^^

luigi dijo...

Quizá pueda parecer una historia triste, pero os aseguro que no lo es.
A mi lo que más me sorprende de esta historia con el peso es lo que cambia todo cuando cambia tu aspecto, la importancia tan relevante que se le da a la imagen.
¿No miramos demasiado con los ojos?
En fin, que no pretendía dar penica con mi infancia, que fue muy feliz aunque pueda parecer otra cosa.
Un saludo!

Anónimo dijo...

¿Sabes que es lo peor? Que cuando son niños por lo menos sabes lo que piensan, porque son sinceros, al menos.

Cuando nos convertimos en adultos, seguimos pensando lo mismo, aunque adquirimos la habilidad de enmascarar todos esos pensamientos bajo un halo de indiferencia y vacio.

Es dificil averiguar si cuando la gente hace lo que hace lo hace por como "pintas" junto a ellos. He vivido una situación muy muy parecida durante mi adolescencia, y rapidamente los amigos crecen como las setas en buena epoca de lluvia.

Al final lo que consigues es aprender a diferenciar quien se acerca por como te mira y quien se acerca por como eres en realidad. Lo de la belleza interior es un rollo posmoderno bien asumido de una sociedad que te enseña que, el que es diferente, no merece pertenecer al mismo grupo social al que perteneces tu.

En fin, sigo y seguire prefiriendo a los niños.

luigi dijo...

Coño, Jero, lo has clavao. El otro día intenté explicar lo mismo y no pude.

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