Era jueves por la noche y yo paseaba por Granada, calle San Antón, charlando, distendido, acompañado. Todo era estupendo y perfecto hasta que tocó la hora de retirarse:
- Me voy a ir que estoy cansado. Además, mañana trabajo. Tengo que estar en la oficina. En la oficina de Londres.
- ¿De Londres? -dijeron. Me dije.
Sí. Y no me parecía tan extraño en ese momento.
Llegó entonces una tormenta de preguntas, de cómo-vas-a-llegares, de a-qué-hora-sale-el-aviones, que, estupefacto, me llevó a hacerme esas preguntas a mí mismo: ¿Cómo voy a volver?, ¿Qué avión puedo coger?.
Me hacía mil veces el trayecto de cabeza, y cada vez lo tenía menos claro, ¿De qué manera voy a conseguir estar a la hora en la puerta de aquella oficina que cada vez veía más remota?.
Intentaba controlar el pánico, organizar mis pensamientos. No era demasiado tarde y, aún, si me daba prisa, podía plantarme en el aeropuerto y comprar el billete.
De repente el tiempo apremiaba. ¿Equipaje? No, ya estaba todo en el hotel. La maleta, la guitarra.
Dentro del coche que ya se disponía a llevarme, me pregunté cómo había conseguido hacer el trayecto contrario, cómo había llegado aquella tarde a Granada, ¿Cómo me había metido en esto?.
-No os preocupéis, no hace falta que me llevéis al aeropuerto. No necesito ir a Londres porque ya estoy en Londres -dije intentando convencerme a mi mismo de mis propias palabras. Porque todo era demasiado real para ser un sueño. Las personas, los detalles del coche...
Pero yo sabía que era un sueño, y lo había descubierto por reducción al absurdo. Porque no recordaba haber ido, a la salida de la oficina, a ningun aeropuerto. No recordaba haberme subido en ningun avión. Aquello sólo podía ser un sueño.
- ¿Y cómo lo vas a hacer?, es decir, si ya estás allí, ¿Dónde te dejamos? -me dijeron.
No sabía la respuesta. No sabía como se sale de un sueño, y aún tenía mis dudas de que fuera posible salir de allí. Quizá estuviera abocado a continuar, deshacer el entuerto. Me parecía casi imposible que la solución fuera simplemente abrir los ojos y encontrarse cómodamente entre las sábanas de la cama del hotel.
No sabía dónde debía estar ni a dónde debía ir, así que empecé a correr por si acaso no podía salir de allí. Necesitaba prepararlo todo... necesitaba ir al aeropuerto...
Abrí los ojos y me encontré comodamente entre las sábanas de la cama del hotel. Miré a mi alrededor: ¡Había vuelto!. No podía creerlo, ¡Lo había conseguido!.
Eran las seis de la mañana y mi viaje al mundo real ya había terminado. Satisfecho, me rebullí en la cama dispuesto a seguir durmiendo.
...y, más tarde, una vez en la oficina, he decidido escribirlo y contarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
6 comentarios:
jeje, buen recurso para conseguir la sorpresa final.
aunque creo recordar que hay todo un cuento de cortázar que está estructurado así...(ya está! ya salió el repelente que llevo dentro!)
que disfrutes.
y, como decía rosendo, "si controlas tu viaje, serás feliz"...
p.s. gracias por añadirme a los que pastan cerca
es difícil contar realmente lo que ocurre en los sueños ... y con este he sentido como si fuera yo kien lo soñara !!!
molas mucho luigi!! XD
jajajaja q paranoia!
yo he soñado alguna vez con situaciones en las q repites: q sea un sueño, q sea un sueño, q sea un sueño, por favor... que sea un sueño!! y de pronto te despiertas y dices ufff gracias!! jeje
saludicos!!
uf... he llegao, me he duchao, me he dormío y me he paseao a ver cómo se estaba aquí... se está fresquito, aunque la tarde no...
¿qué no ha escrito ya cortázar...
¿por qué eliminas entradas...
¿sales hoy para londres... ;)
No veas compae. Yo igual, aunque también he tenido mi momento betadine.
Pos no se si lo ha escrito Cortazar, pero lo he soñao yo.
¡Yo no elimino na! Se ve que mariquillunc ha comentao doble.
Y noo! Esta semana no toca! Menos mal! Solo de pensar en hacer ahora todo el viacrucis se me abren las carnes!
Publicar un comentario