(Toda VI tiene una V,una IV, una III, una II y una I)
.la baixa y Guida
Esa noche quedamos para cenar con Guida en un Hindú, pero no apareció sola. Un tal Pepe, lisboeta y amigo -suponemos que especial- se presentó con ella.
Esto suponía un contratiempo para David, claro, porque uno de los objetivos no declarados -pero posteriormente admitidos- del viaje, era que él saldara una cuentilla pendiente que tenía de la Erasmus, no se si me estoy expresando con claridad o el circunloquio distrae un poco de lo que es la idea central que este párrafo quiere trasmitir: le quería meter mieo, vamos.
Así que, como buenos amigos que somos, nada más llegar a un bar a beber caipirinhas, Raul y yo desplegamos todas nuestras habilidades sociales para entretener al tal Pepe.
No fue fácil, sobre todo teniendo en cuenta que él no hablaba castellano ni nosotros portugués, pero conseguimos darle a David más de uno y más de dos momentos de intimidad, que con todo y con eso fueron insuficientes.
Un poco chispaetes y andando, volvimos al albergue. El japonés ya no estaba, su lugar lo ocupaba...
.El portugués de dos estados.
A la mañana siguiente conocimos a nuestro nuevo compañero de habitación. Era portugués -no nos dio muchos más detalles- y tenía dos estados: durmiendo y en calzoncillos. Esto lo fuimos descubriendo a lo largo de los días que pasamos allí. La secuencia de estas dos posiciones era totalmente aleatoria, es decir, que lo mismo lo veías durmiendo al mediodia o paseando en calzoncillos por la noche. Los calzoncillos eran tipo slip con dibujitos infantiles, esto lo explico para ilustrar un poco.
.Sintra y Estoril
Había llegado el momento de abandonar la capital y darse un paseo por la naríz de la península. Sintra y su Castelo de los Mouros fue la primera parada, y aquello la verdad es que era muy bonito.
Como Raúl, en un movimiento de egoismo zalamero, nos convenció para no visitar el Palacio de Sintra -esa se la tenemos aún guardada- partimos pronto por la costa a ver Estoril, bella también, aunque la vimos casi de pasada.
.¿Qué queda?
Creo que lo he contado todo, aunque creo que la secuencia temporal de los acontecimientos no esta afinada del todo. Ya esta bien teniendo en cuenta que hace de esto... seis años (maremía).
Ya sólo queda un viaje de vuelta en coche, lloviendo a mares por Badajoz, bajando no-se-que-puerto-de-montaña con David intentando adelantar en sitios imposibles, poniéndonos un poco de los nervios.
Y esas dos horas esperando el bus Sevilla-Granada, en esa entrañable Estación de Prado de San Sebastián, sin bajar nunca la guardia e intentando mantener a raya a los asaltadores.
No, espera, que me olvidaba de algo.
.Pero Raul...
Esto pasaba justo antes de irnos de Lisboa. Habiamos quedado con Guida en que nos llamaría para desayunar juntos y despedirnos.
Viendo que pasaba la mañana y no nos llamaba, Raúl, cabreadísimo, entra en una cabina dispuesto a ponerle a "esta tía" las cosas en su sitio.
Desde fuera lo vimos descolgar decidido, llamar, decir dos palabras... y quedarse mudo.
- Bueno, que ha pasado, cuenta.
- Pues le estaba echando la bronca y me ha soltao un "pero Rauul" -con dulcísimo acento portugués- que me ha desarmao.
.Colofón
Fue un gran viaje.
19.10.07
9.10.07
Lisboa (V)
(Toda V tiene una IV, una III, una II y una I)
.this is my room
Llegamos al albergue dispuestos a dormir bien. En la habitación, el japonés se estaba acostando ya y, tras saludarnos con una amplia sonrisa y un par de reverencias, se ató un pañuelo blanco a la frente de forma ceremoniosa y se tumbó en la cama. Nosotros hicimos lo mismo -bueno, lo del pañuelo y eso no- y nos echamos a dormir.
Llevaríamos una hora o dos durmiendo cuando llamaron con violencia a la puerta.
Abrí el ojillo y vi que Raúl se estaba haciendo el sueco. El japonés también -cosa curiosa un japonés haciéndose el sueco. David gruñía.
Seguían llamando. David, en gallumbos, se levantó.
Cuando abrió la puerta, la luz del pasillo dibujó una enorme silueta que bramó:
-This is my room
(Esta es mi habitación. Os voy a comer)
Figura artística para ilustrar el momento. Supóngase que David es ella y que el hacha es un paraguas.
-N..no, this is o-our room
-This is my room. I left here my umbrella and my deodorant.
(-No, mire, esta es nuestra habitación señor ogro.
-No, es la mía. Tengo aquí mi jodido paraguas y mi desodorante. Os voy a machacar)
-¿Um...umbrella? Where?
-In the closet. My umbrella and my deodorant.
(- ¿Pa..paraguas? ¿Comorl quietorl?.
- En el armario contra el que, por cierto, voy estrellarte la cabeza. Mi paraguas y mi desodorante)
David abrió el armario y sacó, efectivamente, un paraguas y un desodorante.
Se los dió y cerró la puerta.
Una vez se hubo ido, comentamos el suceso.
-Anda que os levantáis cabrones
El japonés nos miraba intentando averiguar qué demonios acababa de pasar.
.¿y si se more?
Tras disfrutar con deleite y orgullo del desayuno del albergue -nada llena más de orgullo que ejercer el derecho del desayuno incluido- nos dispusimos a llevar a cabo el plan del día: La Expo y el Oceanario.
La Linha Vermella del metro llegaba hasta la misma expo, y para allá que fuimos. De la fastuosa Exposición del 98 quedaban poquitas cosas, o al menos no las vimos. Lo que si vimos fue el Ponte Vasco da Gama, y, claro, El Oceanario, que fue donde echamos la mañana.
Después de rodear varias veces el tanque principal y de ver los cuatro ambientes en que se divide el Oceanario (House, Dance, Chill-out... no, Tropical, Artico, Pacífico y Atlántico Norte), bajamos a la última planta donde se exponían algunos acuarios con diferentes especies.
En una oscurísima sala se exponía con extremo cuidado una especie de caballito de mar luminiscente rarísimo. Estabamos allí contemplándolo con solemnidad cuando de repente a nuestra espalda, ¡FLASH!, esa pedazo de turista que tira la foto con un flash de ochentamil vatios.
La bronca de la tia de seguridad fue descomunal. Para la posteridad quedó una frase: -¿Y si se more, eh? ¿Y si se more?
(Continúa AQUÍ)
.this is my room
Llegamos al albergue dispuestos a dormir bien. En la habitación, el japonés se estaba acostando ya y, tras saludarnos con una amplia sonrisa y un par de reverencias, se ató un pañuelo blanco a la frente de forma ceremoniosa y se tumbó en la cama. Nosotros hicimos lo mismo -bueno, lo del pañuelo y eso no- y nos echamos a dormir.
Llevaríamos una hora o dos durmiendo cuando llamaron con violencia a la puerta.
Abrí el ojillo y vi que Raúl se estaba haciendo el sueco. El japonés también -cosa curiosa un japonés haciéndose el sueco. David gruñía.
Seguían llamando. David, en gallumbos, se levantó.
Cuando abrió la puerta, la luz del pasillo dibujó una enorme silueta que bramó:
-This is my room
(Esta es mi habitación. Os voy a comer)
Figura artística para ilustrar el momento. Supóngase que David es ella y que el hacha es un paraguas.
-N..no, this is o-our room
-This is my room. I left here my umbrella and my deodorant.
(-No, mire, esta es nuestra habitación señor ogro.
-No, es la mía. Tengo aquí mi jodido paraguas y mi desodorante. Os voy a machacar)
-¿Um...umbrella? Where?
-In the closet. My umbrella and my deodorant.
(- ¿Pa..paraguas? ¿Comorl quietorl?.
- En el armario contra el que, por cierto, voy estrellarte la cabeza. Mi paraguas y mi desodorante)
David abrió el armario y sacó, efectivamente, un paraguas y un desodorante.
Se los dió y cerró la puerta.
Una vez se hubo ido, comentamos el suceso.
-Anda que os levantáis cabrones
El japonés nos miraba intentando averiguar qué demonios acababa de pasar.
.¿y si se more?
Tras disfrutar con deleite y orgullo del desayuno del albergue -nada llena más de orgullo que ejercer el derecho del desayuno incluido- nos dispusimos a llevar a cabo el plan del día: La Expo y el Oceanario.
La Linha Vermella del metro llegaba hasta la misma expo, y para allá que fuimos. De la fastuosa Exposición del 98 quedaban poquitas cosas, o al menos no las vimos. Lo que si vimos fue el Ponte Vasco da Gama, y, claro, El Oceanario, que fue donde echamos la mañana.
Después de rodear varias veces el tanque principal y de ver los cuatro ambientes en que se divide el Oceanario (House, Dance, Chill-out... no, Tropical, Artico, Pacífico y Atlántico Norte), bajamos a la última planta donde se exponían algunos acuarios con diferentes especies.
En una oscurísima sala se exponía con extremo cuidado una especie de caballito de mar luminiscente rarísimo. Estabamos allí contemplándolo con solemnidad cuando de repente a nuestra espalda, ¡FLASH!, esa pedazo de turista que tira la foto con un flash de ochentamil vatios.
La bronca de la tia de seguridad fue descomunal. Para la posteridad quedó una frase: -¿Y si se more, eh? ¿Y si se more?
(Continúa AQUÍ)
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